Las mujeres representamos el 58.6% de la fuerza laboral del sector servicios en todo el mundo, incluyendo el comercio, turismo y hotelería, que son de los primeros rubros afectados por la pandemia del coronavirus. Desde trabajadoras domésticas, meseras, camaristas hasta enfermeras, abogadas o en nuestro caso consultoras y auditoras de comercio exterior, estamos enfrentando severas consecuencias por la actual crisis.

Las madres de familia trabajadoras, además de llevarse la totalidad de su trabajo a casa, tienen que coordinar la carga doméstica y ayudar a sus hijos con las clases en línea y tareas, pues incluso si tenían alguna persona que las apoyara en casa, por cuestiones de salud no estará asistiendo. Y, de la otra cara de la moneda, gran parte de las mujeres solteras cuentan con una sola fuente de ingreso, por lo que la afectación de quedarse sin empleo o sin su sueldo completo también es bastante pronunciada.

En sus más recientes evaluaciones, la ONU nos recuerda que también las mujeres estamos sobrerrepresentadas en ocupaciones de la primera línea de la lucha contra el COVID-19 pues, en México, el 50% de los médicos y el 80% del personal de enfermería son mujeres, el porcentaje más alto del mundo. Son ellas quienes, poniéndose en riesgo, continúan asistiendo día con día a sus lugares de trabajo para salvar vidas y alcanzar la estabilidad económica para su familia.

Otra de las problemáticas es que es mucho mayor la cantidad de mujeres con empleos informales y de medio tiempo en comparación con los hombres, pues se encuentran en la necesidad de un trabajo retribuido que no las haga desatender responsabilidades familiares. Éstos por lo general se traducen en trabajo doméstico, puestos de comida, etc. lo cual incrementa el riesgo de contagio y la posibilidad de dejar de percibir sus ingresos, que de por sí ya son bajos e inestables.

Además, recordemos que el cambio de rutina, el aislamiento forzoso, el estrés, miedo y ansiedad de contagiarnos o quedar desempleados, aumenta la tensión y los conflictos, pudiendo escalarse hasta el punto de violencia doméstica. Una de cada tres mujeres la ha sufrido y, simplemente en abril, ya se abrieron 20,232 carpetas de investigación por este delito penal. Incluso, la Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que se producirán hasta 31 millones de casos de violencia contra la mujer por el confinamiento a nivel mundial en los próximos meses.

Me gustaría proponer que, así como hemos implementado cambios con esta pandemia, como la tecnología o modificar nuestros esquemas de negocio, nos demos a la tarea de desarrollar un mejor entendimiento de las consecuencias que implican roles de género tan arraigados en nuestro país y estar dispuestos a modificarlos. Este tema tendría que ser cosa del pasado, pero seguimos calificando como socialmente aceptables normas que dictan que los sectores de salud y servicios, las tareas domésticas y ayudar a los hijos sea tarea de la mujer.

 

Teresa Guadalupe Rosales Romero

Consultora de Comercio Exterior, CTPAT y OEA

tromero@verticeconsultores.com